martes, 31 de mayo de 2011

Eterna vigilia

Mi violencia alcohólica
me hace saborear tu silueta
en cualquier puto esperpento.

Mis venas que están llenas de rock and roll
te extrangularán el día de tu cumpleaños.

jueves, 26 de mayo de 2011

viernes, 20 de mayo de 2011

viernes, 13 de mayo de 2011

Espacios

Mantengo intacto el calor de tus manos
en los espacios ciegos de mi conciencia.
Yo sé,
me largué sin tocarte los cabellos
y los dientes,
me largué sin componerte
ni una sola sinfonía,
me largué sin decirle al destino
que no cuente conmigo para sus espantosas citas.

jueves, 5 de mayo de 2011

Agua

Como era costumbre, los jueves a la tarde, sus parientes iban a visitarla. En su celda, estaban preparadas las colaciones con las que los recibía. El olor penetrante del café con humita se sentía en todo el Convento. Cuando llegaron, oraron y agradecieron que su última hija Inés se haya dedicado al servicio del Señor y de la Virgen bajo el ala protectora de San Francisco. Llovía a cántaros, pero no era una sorpresa que los aguaceros cayeran de manera tan furiosa sobre la muy noble y muy leal Ciudad de San Francisco de Quito. Eran las seis de la tarde y era hora de rezar las octavas con las hermanas franciscanas, así que padre, madre y hermano se retiraron de la celda a pesar de la inclemencia del tiempo. Inés estaba recién llegada al Convento, con ella llegaron unos retratos de su familia, cartas de amores que no vería más y un rosario que le había regalado Mama Luz, su abuela materna. Los truenos estremecían el tumbado del Convento construido de adobe por los indios quiteños cuando llego la Misión de los Franciscanos a la ciudad de Quito. Hacia el último rezo, Inés recordó que había dejado abierta la ventana de su celda para que se disipara el olor a comida. Apresurada salió del rezo, sin embargo, era poco lo que las hermanas franciscanas podían hacer, el agua había anegado el patio central del Convento. Se oían los gritos de auxilio al Santísimo y a la gente, pero nada se podía hacer, el agua les sobrepasaba los hombros y se salvaron de morir ahogadas. Inés no temía por su vida, pero si por sus pertenencias. Llegó como pudo hasta su celda, pero era muy tarde, el agua ocupaba casi por completo el lugar. Busco entre los muebles el rosario que le regaló la abuela Luz ya no estaba, se desesperó y sentía que sus lágrimas pesaban más que el aguacero torrencial.

A Octavio P.

miércoles, 4 de mayo de 2011

In a sentimental mood

Vagando, un poco triste, recorre los días
piensa bajito para no ahuyentar a los recuerdos
empacó un poco de aire de las montañas
descubrió y abrazó las condenas de la soledad
suda frío de vez en cuando
todavía le teme al vacío.
Aprieta fuerte los labios contra botellas de licor
transformándolo en aguardiente metafísico:
alimento del desdén
consuelo a las lejanías.