Llueve como
si fuera Macondo en Buenos Aires. Los días grises en el alma y en corazón no
paran. Ayer vino a buscarme en medio de esta ciudad hecha ruinas. Lloraba mucho
y me gritó que íbamos a llegar tarde a algún lugar. Lloraba desencajada, caía
tanta agua de sus ojos como el agua que desciende ahora sobre la ciudad. Era su
alma un poco Macondo, era su alma un poco Los
funerales de la Mamá Grande. Mi renguera no me permitía correr a la
velocidad que me pedía. Es que son unos días tristes, unos días tristísimos. Al
final nos dimos cuenta de que tarde, pero nos íbamos de ese apocalipsis en
ruinas.
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